Manuel Ramos Garrido (Institut de Psicologia Forense)
Recientemente, hemos recibido en el IPF un caso desafiante. En él se nos ha propuesto valorar si ha podido influir y, en su caso de qué manera, el grado de madurez psicológica de un adolescente de 18 años y 40 días de edad, en una relación sexual mantenida con una menor de 15 años que, posteriormente lo denunció indicando que la relación no había sido consentida.
Para analizar la tarea que desarrollamos en IPF y ejemplificarla en este “post” debemos tener en cuenta algunos aspectos relevantes, entre los que destacaremos algunos a continuación.
¿Qué es la madurez?
Se entiende que la madurez es un complejo proceso por el cual la persona completa su pleno desarrollo psicosocial, dejando de ser un adolescente para convertirse en una persona adulta.
En este proceso se incluyen diferentes etapas y mecanismos entre los cuales hay que destacar la capacidad de asunción de responsabilidades propias de la vida adulta en un contexto marcado por la culminación de características personales como la moralidad (Kohlberg, 1976) o la identidad (Erikson, 1968), entre otros.
Estos cambios finalizan en la etapa de la adultez emergente (Steinberg, 2008). Sobre esta lógica, debemos tener en cuenta – si nos atenemos a la comprensión del concepto de la madurez – que, a partir de determinadas edades, esta tiene una relación directa pero no exclusiva con la edad cronológica.
Características de la personalidad
Recientemente, L. Seingberg, psicólogo experto en la adolescencia, ha relacionado el desarrollo de la madurez con una serie de recursos personales (además de la inteligencia adulta), entre las que se encuentran las siguientes características de personalidad:
- Templanza: control del impulso/supresión de evaluación previa.
- Perspectiva: orientación al futuro/consecuencias, punto de vista de otros.
- Responsabilidad: hacerse cargo de su papel de “agente” y resistir a las influencias de otros (autonomía), así como reconocer su identidad.
Por tanto, la falta de desarrollo madurativo de estas características puede explicar por qué los adolescentes que son “capaces intelectualmente” cometen tantos errores, especialmente en las decisiones que afectan a las relaciones sociales.
De la misma manera, nos obliga a aquellos que pretendemos evaluar la influencia de la madurez en la toma de decisiones, a ampliar el foco más allá de los parámetros estrictamente relacionados con la inteligencia o la edad cronológica.
Consideraciones importantes
Algunos de los elementos relevantes sobre los que también debemos dirigir nuestra atención< en la evaluación de la madurez de los adolescentes es sobre la falta de experiencia y conocimientos, sobre sus características de personalidad (impulsividad/inestabilidad emocional) y otras características como la influencia o vulnerabilidad a la coacción del/la adolescente.
Además, y de manera más concreta, debemos orientar nuestra evaluación hacia su capacidad para tomar “buenas decisiones” o decisiones maduras, entendiéndolas como aquellas que reflejan una combinación de efectos de su nivel más desarrollado de las capacidades cognitivas y disposiciones emocionales.
Estas abarcan la capacidad de tener en cuenta múltiples factores y perspectivas, gestionar emociones y ordenar las decisiones de acuerdo a los valores personales y objetivos del adolescente (AAP, 2023).
¿Qué debemos analizar?
Así, entre los componentes de una decisión madura que debemos analizar para poder pronunciarnos sobre la misma, destacamos:
- La comprensión de las consecuencias de sus actos (anticipación).
- La regulación emocional (control de impulsos/emociones).
- La ponderación y generación de opciones de respuesta (evaluarlas).
- La vinculación con sus valores personales (creencias y actitudes “propias”).
- La consideración de los demás (empatía y respeto).
- El funcionamiento autónomo (estudio de sus necesidades propias)
- La orientación al futuro de sus decisiones (impacto personal y en otros).
Asimismo, y en relación con la problemática del consentimiento de las relaciones sexuales, debemos dirigir nuestra evaluación hacia aquellos elementos (o propiedades) que debe tener en cuenta el/la adolescente a la hora de valorar el consentimiento sexual, como es el acuerdo libre (y sin presión ni manipulación) y consensuado (reiterado) entre dos personas para una actividad sexual, cuyo carácter debe ser afirmativo (en positivo), reversible (en cualquier momento) y específico (comportamiento determinado).
Entonces, ¿cómo lo hacemos?
De esta manera, una vez descritos los elementos teóricos que debemos tener en cuenta a la hora de evaluar la madurez psicológica y el consentimiento sexual en adolescentes, la siguiente cuestión sería, ¿cómo lo hacemos?
Inicialmente, debemos tratar de desgranar y conocer a fondo – mediante la entrevista clínico-forense y la información complementaria útil y disponible – la historia del desarrollo personal, del desarrollo psicosexual, de los antecedentes de salud mental y de adaptación social (académica, laboral, grupo de iguales, etc).
Es perentorio dotar a esta evaluación inicial de evidencias técnicas y científicas a través del soporte psicométrico, para tratar de objetivar la evaluación de los aspectos cognitivos, emocionales y del funcionamiento social, así como los conocimientos sobre la sexualidad, sobre las actitudes, creencias y el contexto cultural (valores) del adolescente que se está evaluando.
También estudiar, como en cualquier evaluación forense, todas aquellas fuentes de información externas disponibles, como son todos los informes clínicos, escolares/académicos, laborales y judiciales, si bien en el caso particular de los y las adolescentes, resulta de especial utilidad la realización de entrevistas con familiares directos (tutores, cuidadores o personas de referencia), así como coordinaciones con profesionales o formadores de referencia.
De esta manera, podremos obtener información exhaustiva y específica que nos permitirá conocer el nivel de ajuste psicológico, social, personal, emocional y cognitivo desde una visión holística del/la adolescente, en relación con las decisiones sobre aspectos concretos relacionados con la sexualidad y la violencia sexual.
Tipos de pruebas realizamos
Para ello existen diferentes pruebas psicométricas que nos pueden ofrecer información relevante en esta tarea evaluadora, de las que destacamos las siguientes:
El PSYMAS
Prueba diseñada para evaluar la madurez psicológica, entendida como la capacidad de asumir obligaciones y tomar decisiones responsables, considerando las características y necesidades personales y asumiendo las consecuencias de sus propios actos.
Además, dispone de herramientas de evaluación e intervención específica en el contexto forense. (Morales-Vives, F., Camps, E. y Lorenzo-Seva U. 2024).
El PAI
Prueba muy reconocida para evaluar aspectos clínicos, psicopatológicos y de personalidad también en el contexto forense (PAI – Leslie C. Morey. Versión española de TEA Ediciones).
Esta prueba dispone de una versión para adolescentes PAI-A, siendo ambas consideradas como una de las innovaciones más importantes en el ámbito de la evaluación clínica por sus robustos estándares de validez, con los que permite evaluar de manera comprehensiva la psicopatología del evaluado, y de manera específica, la estabilidad emocional.
Esta prueba dispone además de baremos de corrección específicos para el ámbito forense.
BRIEF-2
Prueba que facilita la evaluación de aspectos cotidianos, conductuales y observables de las funciones ejecutivas del adolescente a partir del test de la Evaluación Conductual de la Función Ejecutiva (BRIEF-2), cuya información es recogida a través de los padres, madres o profesores.
Test importantes
También, y de manera más específica, resulta útil evaluar los siguientes componentes a través de algunos test específicos de referencia:
- Componentes sociales: Altruismo, pro-socialidad, tolerancia social, baja conflictividad, apertura social, a través de la Batería de Socialización BAS-3.
- Componentes de identidad: Sentido personal de la biografía, reconocimientos del papel “protagonista”, sentimiento del rol “agéntico”, responsabilidad personal en la biografía, sentido del yo, autoconcepto, imagen corporal realista, memoria narrativa, a través de la Encuesta de la identidad adolescente (Erikson/Sacares, 2006) o la Escala AIDA (Evaluación del desarrollo de la identidad adolescente (Schmeck et al. 2013).
- Componentes de autonomía: Habilidades de toma de decisiones, asertividad, autorreflexión (introspección), independencia (transversal), autoeficacia (transversal), autoeficacia, resolución de conflictos de forma independiente, suficiencia emocional, de creencias y valores y pensamiento crítico, a través de la Escala ADMQ (Evaluación de la competencia para tomar decisiones de los adolescentes) (Mann et al. 1991).
- Componente de la orientación al futuro: Planificación y preparación del comportamiento, persistencia, demora de gratificación, valoración coste/beneficio, optimismo y planes de vida futura, mediante la entrevista.
- Componente del desarrollo moral: Reconocimiento de normas, empatía, desarrollo de valores altruistas y prosociales, consideración de la equidad, conciencia, responsabilidad y honestidad, mediante la entrevista.
Evaluación específica
Finalmente, como se trata de evaluar la capacidad del/la adolescente para prestar consentimiento o detectar la ausencia de este durante una relación sexual, se debe realizar una evaluación específica del desarrollo psicosexual a través de la entrevista con la intención de conocer con detalle el nivel y estado de los conocimientos y hábitos sexuales del adolescente.
Así, para dar respuesta a esta parte de la evaluación debemos preguntarnos, ¿sobré qué aspectos de su historia y desarrollo psicosexual debemos incidir?
Es importante obtener información detallada sobre los siguientes elementos:
- El conocimiento y comprensión del concepto del consentimiento sexual.
- Sus hábitos sexuales: frecuencia, regularidad, comportamientos inusuales.
- La posible existencia de asunción de riesgos: uso de recursos de protección e higiene, relaciones sexuales en contexto de consumo de drogas, múltiples relaciones con desconocidos.
- Exploración de parafilias: Siendo la edad el factor clave para la detección de aquellas, es importante explorar este apartado siguiendo las recomendaciones de guías clínicas adecuadas (DMS-V, etc…) si ha compartido experiencias sexuales con otras personas y, en su caso, la posible afectación de las parafilias en el desarrollo normal del comportamiento sexual.
- Presencia o preferencia por comportamientos sadomasoquistas/violentos.
- Posible existencia de comportamientos sexuales anteriores “no consentidos”.
- Hábitos masturbatorios: Frecuencia, regularidad, uso de ayudas sexuales, comportamientos inusuales durante la masturbación (en lugares inadecuados, de manera compulsiva, etc..)
- Tipo de fantasías eróticas masturbatorias: Tipología de fantasías, detección de fantasías violentas, parafílicas o de riesgo.
- Uso de pornografía: Tipología, frecuencia y fuente de origen.
- Hipersexualidad: Impulsos y comportamientos excesivos, impulsividad de carácter sexual, rumiaciones y pensamientos obsesivos sobre el sexo/impulsos sexuales.
Avances en la aplicación de la psicología forense en el ámbito jurídico
La psicología forense, como rama especializada de la psicología jurídica, se encuentra en constante crecimiento y actualización, lo que ha sido patente en países como España, donde la importancia de los peritos psicólogos en el sector público y privado ha adquirido un notable reconocimiento.
La formación de estos profesionales implica un riguroso entrenamiento que les capacita para elaborar informes detallados sobre factores cognitivos, emocionales y comportamentales considerables en el proceso judicial.
La exigencia formativa va en paralelo con el imperativo de asegurar la calidad en cada intervención, conscientes del gran peso que sus evaluaciones tienen sobre las decisiones judiciales.
¿Qué nos permite todo esto?
Toda esta información obtenida de manera detallada permitirá conformar la posible presencia /ausencia de trastornos sexuales (CIE-11, DSM.5).
Además, es importante realizar una exploración al respecto de posibles antecedentes de delitos o comportamientos sexuales inadecuados.
Entre ellos, debemos indagar si la persona ha padecido o perpetrado abusos sexuales infantiles y, en su caso, cómo se han llevado a cabo, esto es, si de manera solitaria o en colaboración con terceros o como parte de una red de explotación sexual o con uso de conductas de captación de colaboraciones.
Otras exploraciones importantes
También debemos explorar si el/la adolescente ha sido víctima o ha elaborado y/o distribuido imágenes de carácter sexual, mediante la grabación de relaciones sexuales propias o ajenas, y de posibles peticiones adultas externas.
Además, se debe preguntar por la posible existencia de vivencias o la perpetración de agresiones sexuales (con o sin penetración) y, en su caso, si han sido realizadas por conocidos y/o desconocidos, y en caso de cometerlas, si el delito ha estado centrado en la gratificación sexual o el uso del poder coercitivo.
Finalmente, debemos valorar el posible padecimiento o perpetración de comportamientos de acoso sexual (online u offline), la realización de conductas de voyeurismo o exhibicionismo y también cuáles han podido ser las consecuencias del conocimiento ajeno de conductas sexuales inadecuadas en la familia, conocidos, amigos, etc.
Toda la información previamente detallada permitirá obtener un perfil detallado de los parámetros del desarrollo psicosexual del/la adolescente, facilitando la detección de aquellos factores que hayan podido influir en la vivencia o participación en conductas sexuales inadecuadas.
Para concluir, y de forma resumida, podemos decir que la madurez psicosocial es un constructo complejo y multidimensional de máxima actualidad y relevancia en el ámbito jurídico y forense, especialmente en el marco del consentimiento de las relaciones sexuales entre adolescentes y jóvenes.
Esto nos permitió avanzar más claramente
Esta demanda ha generado un avance en la investigación y desarrollo de recursos de aplicación forense.
Desde esta realidad, se han producido importantes avances en el conocimiento de la madurez en la adolescencia a la hora de evaluar de manera independiente los diferentes componentes cognitivos, afectivos y caracteriales. Los cuales disponen – cada uno de ellos – de un proceso de desarrollo propio, pero actúan e influyen de manera conjunta en la toma de decisiones y los comportamientos consecuentes del/la adolescente.
Así, en este ámbito específico del consentimiento sexual es importante conocer o destacar la posible presencia de trastornos clínicos que puedan incidir en el desarrollo madurativo y el funcionamiento de los y las adolescentes. Realizar una evaluación rigurosa y analítica a través de procedimientos de calificación y/o autoinforme, el uso de pruebas psicométricas y las entrevistas con el adolescente y las personas de referencia de su contexto.
En definitiva, el profesional de la psicología forense dispone en la actualidad de multitud de recursos – algunos más actuales y adecuados que otros – para hacer una evaluación comprehensiva y fundamentada de la madurez psicosocial del/la adolescente, también del ámbito del desarrollo psicosexual y su capacidad de prestar consentimiento.
En este sentido, necesariamente el juicio técnico del forense necesita, como es habitual, una tarea que combine prácticas clínicas, actuariales (psicométricas) combinadas, esto es, la elaboración última de un juicio profesional estructurado previo al informe forense que resumirá la evaluación de la madurez psicosocial del/la adolescente.
Manuel Ramos Garrido (Institut de Psicología Forense)
Barcelona 11.9.2024