Presentación de un estudio sobre la reincidencia penitenciaria según la tipología de agresores condenados por violencia de género

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Andrea Estoquera Guallar

LA VIOLENCIA CONTRA LA PAREJA Y DE GÉNERO

La violencia contra la pareja hace referencia a aquella violencia dirigida hacia una persona con la que se mantiene -o mantenía- una vinculación afectiva de pareja. Esta relación cercana entre el agresor y la víctima significa, generalmente, que la violencia es más recurrente y repetitiva, llegando a ser una de las formas más comunes de violencia interpersonal. En el contexto español, con la creación de la Ley Orgánica 1/2004, de 28 de diciembre, de Medidas de Protección Integral contra la Violencia de Género, aparece el término «violencia de género» para referirse a la violencia contra la pareja ejercida de hombres a mujeres.

LA INVESTIGACIÓN REALIZADA

Recientemente, el compañero Dr. Antonio Andrés Pueyo y yo llevamos a cabo una investigación con el propósito de establecer una tipología de hombres condenados a prisión por violencia de género. La gran mayoría de estudios que clasifican los agresores de pareja en distintos grupos recurren a variables como el tipo de violencia ejercida o la presencia de trastornos psicopatológicos o de la personalidad. Sin embargo, nosotros queríamos identificar una tipología a través de factores de riesgo, esto es, características del propio sujeto o de las circunstancias que le rodean asociadas con un incremento de la probabilidad de comportarse de forma violenta, en este caso contra la pareja. La siguiente imagen muestra algunos de los factores de riesgo más comunes en agresores de pareja.

Nota: Las siglas IPV corresponden a Intimate Partner Violence, el concepto que se utiliza en la literatura científica internacional para hacer referencia a la violencia contra la pareja.

MUESTRA DISPONIBLE

La muestra con la que trabajamos fueron 250 agresores condenados a prisión por un delito de violencia de género. Estos hombres estuvieron internados en distintos centros penitenciarios de Cataluña y fueron excarcelados a lo largo del año 2015. Además, se les hizo un seguimiento de 4 años, hasta el 31 de diciembre de 2019, para observar qué porcentaje de ellos volvió a reincidir y qué porcentaje desistió en su actividad criminal. Considerando que disponíamos de esta valiosa información, decidimos también averiguar para cada subtipo identificado el porcentaje de hombres que reingresó en prisión tras la puesta en libertad; es decir, estimar la tasa de reincidencia penitenciaria correspondiente a cada subtipo.

¿CÓMO IDENTIFICAMOS LA TIPOLOGÍA?

A los 250 agresores de la muestra se les aplicó el RisCanvi, un protocolo que valora el riesgo de reincidencia en penados y que se aplica únicamente en el contexto penitenciario catalán.

«Las herramientas de valoración del riesgo de violencia están compuestas por aquellos factores de riesgo que más se asocian con el tipo de violencia a predecir (sexual, juvenil, contra la pareja…). El objetivo es averiguar si cada uno de estos factores están presentes o ausentes en un individuo concreto para así poder estimar la probabilidad de aparición futura de la conducta violenta».

El RisCanvi contiene 43 factores de riesgo divididos en seis grupos principales: criminológicos, penitenciarios, biográficos, sociofamiliares, clínicos y de personalidad. Si bien son factores específicos de la delincuencia general, muchos de ellos son compartidos con los agresores de pareja, de manera que seleccionamos estos mismos para establecer la tipología en base a la presencia o ausencia de dichos factores.

RESULTADOS

Tras los análisis estadísticos pertinentes, identificamos una tipología de tres clases de agresores y estimamos la tasa de reincidencia penitenciaria en violencia de género para cada subtipo. Estos fueron los resultados obtenidos:

 

Clase 1: Riesgo bajo Es el subtipo con menos factores de riesgo. Se caracteriza por una baja probabilidad de presentar problemas de ocupación, como paro crónico o inestabilidad laboral; una crianza problemática con la familia de origen, caracterizada por la indiferencia, hostilidad, haber sido testigo o víctima de maltrato, entre otros; consumo de drogas y consumo de alcohol; un trastorno de la personalidad relacionado con la ira, la impulsividad o la violencia; y actitudes pro-criminales o valores antisociales, los cuales justifican el uso de la violencia. De los agresores de este subtipo, un 7.1% reincidió en violencia de género.

 

Clase 2: Riesgo moderado Este subtipo se caracteriza por una elevada probabilidad de presentar una respuesta limitada al tratamiento, e impulsividad e inestabilidad emocional. Por otra parte, también se caracteriza por una baja probabilidad de presentar problemas de ocupación, falta de recursos económicos, una crianza problemática con la familia de origen y un trastorno de la personalidad relacionado con la ira, la impulsividad o la violencia. De los agresores de este subtipo, un 11.8% reincidió en violencia de género.

Clase 3: Riesgo alto Es el subtipo con más factores de riesgo. Se caracteriza por una elevada probabilidad de presentar problemas de ocupación, consumo de alcohol, una respuesta limitada al tratamiento, impulsividad e inestabilidad emocional, una historia de violencia (esto es, antecedentes de conducta violenta en la comunidad) y el incumplimiento de medidas penales. De los agresores de este grupo, el 13.1% reincidió en materia de violencia de género.

CONCLUSIÓN

Los resultados de la investigación realizada evidencian que a medida que aumenta la presencia de factores de riesgo relacionados con la violencia de género, también lo hace su probabilidad de reincidir. Cabe señalar que un mayor riesgo de reincidencia no implica necesariamente que la violencia a suceder vaya a ser muy grave o incluso letal. Simplemente nos indica que hay una elevada probabilidad de que ocurra alguna forma de violencia contra la pareja, bien sean llamadas telefónicas insistentes, el incumplimiento de una orden de alejamiento, una agresión física, etc. Con todo, las tipologías identificadas con factores de riesgo pueden tener una utilidad práctica, además de la teórica, pues permitirían adaptar y desarrollar intervenciones acorde al nivel de riesgo asignado para cada grupo y a las necesidades criminógenas que presentan, siendo estas aquellos factores de riesgo que al modificarse o eliminarse reducen la probabilidad de reincidir.